OREAR LAS ARCAS

OREAR LAS ARCAS

Por estas fechas mi madre, como antes hicieron su madre y sus abuelas, oreaba las arcas. 

La tarea consistía en sacar toda la ropa guardada en el arcón y tenderla por sillas y muebles, abrir ventanas y balcones y dejar que se orease. Así se espantaba el peligro de las polillas. 

Pasadas unas cuantas horas, la ropa volvía a guardarse y mi madre iba poniendo, entre capa y capa de ropa, las bolas de naftalina, las hojas de laurel y el tabaco para ahuyentar la polilla hasta que al año siguiente, inexorablemente, los primeros días de primavera volviera a repetirse el ritual del oreo. 

El orear la ropa formaba parte en realidad de la limpieza general de primavera: -Por lo menos una vez al año hay que moverlo todo, para saber lo que una tiene en su casa. - decía la abuela Nina. 

Y las niñas, con un trapo, untábamos con aceite y vinagre bien batidos los muebles y los mil palitos de las sillas. Y luego había que frotar hasta que relucieran. 

Ni mi madre ni mis abuelas están ya pero inevitablemente, con las primeras chiribitas, mi madre me sopla al oído: - Hay que mover las arcas. - Tenemos que orear la ropa….

Este año las arcas no se pueden abrir; están apiladas porque la casa está en obras pero la voz de mi madre sigue insistiendo: - ¿Pero has oreado ya la ropa?

Así que esta mañana me he levantado muy dispuesta y he levantado la tapa del baúl que desde hace lo menos cincuenta años me acompaña, he abierto las ventanas y he ido sacando manteles, colchas, sábanas, estores, cuadrantes, reposteros, enaguas, cortinas, mantones y otras ropas , hasta que, capa a capa, como una arqueóloga excavando, he llegado al mayor tesoro que guarda el baúl. Es una sábana vieja que cubre el fondo y que me cuenta en piezas, zurcidos y remiendos la humilde historia de aquellas abuelas que hacían que todo durase y durase. 

Me he quedado tan oreada. Voy a dormir como una reina. Mi madre estará tranquila. 

Regresar al blog

Deja un comentario