LOS HILOS DE LA MARTINA

LOS HILOS DE LA MARTINA

Más de una vez he declarado mi amor incondicional y sin fisuras por el Azar. Hoy escribo esto gracias a su poderío. Hablo del azar simplemente como encuentro inesperado, sin entrar en las profundidades que relacionan Azar y Filosofía o Azar y Biología o Matemáticas.

El Azar del que les hablo se parece mucho a una actitud, un no empeñarse en planificar demasiado, un estar atento a lo que pueda ir surgiendo y pillarlo al vuelo y aprovecharlo, claro.

Y algo así ocurrió el viernes en la Montaña Palentina, en Porquera de Santullán.

Les cuento: tengo un recuerdo muy nítido de mi madre mandándome a comprar hilo, una bobina de hilvanar a la casa de la Martina. La Martina, un poco mayor que mi madre, no tenía tienda, sólo una mesa pequeña en un rincón del inmenso portalón que daba entrada a su casa.

Y en esa mesa, los hilos. Bueno, quizá también agujas, alfileres y la utillería más elemental para el coser de diario.

Cuando había que comprar tela para sábanas o retor para camisas, cintas o hiladillos, cremalleras, lana para hacer punto…. íbamos a la casa de la Lorenza. La Lorenza tenía en su tienda panadería y ultramarinos y ferretería y hasta zapatería incluso porque recuerdo claramente las albarcas y los peales y las cazoletas para segar.

En su tienda tenía un mostrador grande donde despachaba el pan y lo demás.

Pero además del grande, había otro mostrador pequeño y apartado, que se cerraba hasta el techo con unas puertas de madera. Era el sitio de las telas, la mercería.

Esa especie de mercería bombonera es la Merceria de mi infancia, la madre de todas las mercerías que he conocido después. Era como una caja mágica porque allí, aparecían también libros infantiles y algunos juguetes que colgaban del techo cuando se acercaban los Reyes Magos.

Al grano. El caso es que, como les dije, yo estaba en estas, en contar dónde y cómo me aficioné a las mercerías pero me faltaba un detalle importante: ¿dónde guardaba los hilos la Martina? Mi memoria no llegaba más allá de la mesa del portal donde despachaba… la mesa y sobre la mesa, nada. Pero los hilos ¿dónde los guardaba? Este detalle no me dejaba redondear el recuerdo.

Así que hice lo que tantas veces, dejarlo ir…. Ya pensaré otro tema…

Y nos fuimos a Porquera de Santullán, a comer con Gonzalo y Elena, para ver el pequeño museo homenaje que Gonzalo ha preparado a la tienda de Vinos, Ultramarinos y Cereales ‘Casa Máximo’, que sus padres abrieron en Porquera en 1935.

Y allí en el museo se me encendió el recuerdo del portal de la Martina. Allí estaba esperándome su caja , la caja muestrario de las Hilaturas Fabra y Coats , una caja de madera que se abre en acordeón para mostrar cinco bandejas con hilos de colores. Era esa la caja de la Martina, no podía ser otra. No necesitaba más para guardar su mercancía de hilos.

Agradecidísima por el regalo que el Azar volvía a hacerme, me dije que en cuanto volviera a casa, se lo contaba a ustedes y aquí está, la caja de las Hilaturas Fabra y Coats donde guardaba el hilo la Martina. Díganme ustedes si no es poderoso el azar.

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