Como narradora he contado varías veces la historia de la reina Ester y la de Tobías y la del demonio Asmodeo, tan enamorado de Sara que uno tras otro, hasta siete, mataba a sus maridos la misma noche de bodas… y la de Ruth, la espigadora.
En la Biblia están muchos de los cuentos que todavía hoy contamos.
Bueno, pues como les digo, aunque he leído muchas veces el libro de Ester, el otro día, quién sabe el porqué, comencé nuevamente a leer, paladeando la descripción del sueño de Mardoqueo: ‘…… y a su clamor, una fuentecilla se hizo un río caudaloso, de muchas aguas, y apareció una lumbrerita que se hizo sol, y fueron ensalzados los humildes y devoraron a los gloriosos’.
Y seguí leyendo y llegué al gran festín del rey Asuero y volví a encontrar a la reina Vasti.
Vasti y su NO a Asuero, su esposo.
La cosa es que Asuero dio un magnífico festín en los jardines de palacio a todos los hombres de Susa. Al séptimo día de fiesta, alegre por el vino, el rey pidió a sus eunucos que trajesen a su presencia a la reina Vasti, para que todos pudieran admirar su belleza.
Vasti, que estaba celebrando una fiesta en el palacio con las mujeres de Susa, no quiso acompañar a los eunucos, negándose a acudir a la presencia del rey.
Ante la desobediencia de Vasti, Asuero se indignó y ‘encendió su cólera’.
Preguntó a los sabios qué ley debía aplicarse a Vasti para castigar su falta y éstos le respondieron: ‘ No es sólo al rey a quien ha ofendido la reina Vasti; es también a todos los príncipes y a todos los pueblos de todas las provincias del rey Asuero porque lo hecho por la reina llegará a conocimiento de todas las mujeres y será causa de que menosprecien a sus maridos. Que Vasti no aparezca más delante de Asuero y dé el rey la dignidad de reina a otra mujer que sea mejor que ella’
El rey mandó cartas a todas las provincias del reino y en ellas ordenaba que todo hombre había de ser el amo de su casa y que se divulgase esta orden entre todos los pueblos.
Y así de simple es la historia de la desobediente reina Vasti.
Me pareció tan tierno el edicto de Asuero que me apetecía compartirlo con ustedes y dejar aquí escrita mi admiración por Vasti para enmendar el error de no haber contado antes su historia.