LA BOTELLA DEL NÁUFRAGO

LA BOTELLA DEL NÁUFRAGO

Cuenta un cuento oriental que el mundo está suspendido de las estrellas y no cae porque unas maromas inmensas, gruesas como puños, lo sujetan.

Las maromas están hechas de cientos, miles, millones de cabos retorcidos y cada cabo lo forman millones y millones de hombres. Cuando un hombre queda agotado por el enorme esfuerzo de sujetar el mundo y muere, otro nuevo lo reemplaza y la cuerda sigue fuerte como el primer día y sigue cumpliendo su función.

Los hombres sujetamos el mundo así, uno a uno, con nuestras características individuales, propias e irrepetibles. Ningún hombre es igual a otro porque si fuéramos iguales, quizá alguno caería en la cuenta de cuál es nuestra tarea y podría sembrar el descontento entre los otros, el descontento de saber que venimos al mundo con la misión de sujetarlo. Y muchos cabos se romperían…. Y, si muchos cabos se rompiesen a la vez, no daría tiempo a reemplazarlos y habría que afrontar el peligro de que el mundo rodase libre, sin anclaje a las estrellas…

Somos pues seres únicos, intransferibles, islas desiertas con una hermosa misión que cumplir en beneficio de todos: sujetar nuestro planeta.

Lo que pasa es que es esa misma individualidad la que a veces nos hace sentir solos, como náufragos en una isla desierta. Y sentimos entonces la necesidad vital de que alguien nos rescate y entonces buscamos desesperadamente una botella en la que lanzar al mar nuestro mensaje de ‘ Aquí estoy.Si lees este mensaje, ven a rescatarme’.

Yo también sentí la soledad. Mi isla es un bordado muy grande que comencé cuando estaba a punto de desprenderme de la maroma. Pero yo no quería romperme, no todavía, tenía tanto por hacer… Yo quería seguir sujetando el mundo. No deseaba que nadie me relevase en esa tarea.

Así que bordé y bordé, sin descanso, frenética, poseída por el deseo de seguir aquí. Y en la tela, en mi botella de lino, bordé dos mensajes, por si no conseguía seguir tirando, sujetando el mundo:
‘Ningún dolor me es ajeno’ y
‘A todos os soñé mientras bordaba’

Y cuando acabé el bordado, lo lancé al fondo de mi baúl con la esperanza de que, quizá, alguien los encuentre algún día.

Hoy, veinte años después, he sido yo misma quien los ha encontrado y, para rescatarme un poco y para dar las gracias a la vida se lo cuento a ustedes.

Y aquí sigo aquí, sujetando el mundo, tan contenta.

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