“Busqué en las viejas arcas el idioma del hilo”. Julio Llamazares.
Como Julio Llamazares, he buscado en las viejas arcas el idioma del hilo y, al abrir, como nube de mariposas, han asomado palabras de costureras, zurcidoras, sastres, tejedores, modistas, encajeras…
Y sus palabras volanderas, ahora, al escribir, pelean por posarse en el papel como si éste fuera el trapo de un viejo costurero infantil, de aquellos que las niñas llevábamos a la escuela para aprender a coser.
Revolotean ansiosos por hacerse notar los pespuntes, las bastillas, el festón y el punto de cadeneta y el de pata de gallo.
Así que, ante tanto revuelo, cojo la labor y empiezo un dobladillo a puntada escondida y saco hilos para vainicas y filtirés.
Hilvano también una costura francesa y otra española y planteo jaretas, lorzas y unos volantitos al biés que luego adorno con bodoques y cordoncillo.
En el bastidor perfilo unas flores, las embastillo antes de hacer el relleno y bordo el cáliz con puntos de arenilla de mil colores. Todo con hilo de muliné de seis hebras.
Frunzo, embebo la pieza del canesú de la camisa y, sobre el retor, pliso unos volantes de organdí en las sisas. Luego, marco a jaboncillo palas y costadillos y paso los flojos para que el patrón quede bien marcado.
Cierro el cuello con presillas y pongo corchetes escondidos en las vistas de la blusa.
Busco luego en la caja de los hilos acerico, alfiletero, los imperdibles y el hilo de sobrehilar.
Enhebro y rejunto como puedo un siete en la sábana de abajo, que de tan manida no aguanta una pieza, sólo zurcidos y rejuntados como los tomates de los calcetines, los que se zurcen sobre el huevo de madera.
Y a estas horas, todavía sigo aquí, ¡y lo que me queda! … haciendo labor para que las palabras del hilo puedan posarse y respirar un ratito sobre esta tela de sábana de Holanda que tanto gustaba a Federico.