ALFILERES

ALFILERES

En costureros, canastillos y cajas de los hilos no faltan nunca los alfileres: de cabeza grande o pequeña, redonda o plana, más largos o más cortos. No faltan.
Y no faltan porque los alfileres son indispensables para plantear, “presentar” arreglos, para embeber sisas o fijar canesúes , coger los bajos o preparar para zurcir luego rotos y descosidos.

No he buscado mucha información pero con la que tengo, bien podría abordarse un trabajo académico bajo el título de “Los alfileres, un estudio etnográfico”, o algo así. El estudio, además, sería igualmente válido para la cultura popular de otras latitudes. Pero evidentemente no seré yo quien se ponga a ello.

En los cuentos tradicionales, por ejemplo, la presencia de alfileres es muy común. Un alfiler, malévolamente clavado en la cabeza de Rosalinda, la convierte en paloma ‘ que va volando por el campo sola’, en uno de los más bellos cuentos de la tradición oral española.

No faltan tampoco brujas que duermen princesas con un simple pinchazo. Dormidas para toda la eternidad o, al menos, hasta que un sapo o un príncipe las despierte con un beso conmovido.

Los alfileres también están presentes en muchas fiestas populares. En las fiestas de águedas a los alfileres que sujetan parte de la indumentaria femenina se les da el nombre de matahombres porque se usan para mantener a casta distancia a los hombres en los bailes agarraos.

Es bien conocida también la eficacia de san Antonio en la búsqueda de pretendientes. En la romería de san Antonio de la Florida, las solteras echan por la mañana 13 alfileres a la pila del agua bendita y, al final de la tarde, meten en la pila la mano abierta y presionan sobre la ofrenda de alfileres que ha ido acumulándose durante el día . Al sacar la mano cuentan los alfileres conseguidos porque ese mismo número es el número de pretendientes que el santo ha preparado para ellas hasta el año siguiente.

Conocida, al menos por los toledanos, es la leyenda de amor que cuenta la Virgen de los Alfileritos, que aún hoy, sigue recibiendo ofrenda de alfileres de quienes buscan amores.

Otra tradición es la referida a los alfileres de la novia; la costumbre de que las novias, el día de la boda regalen a sus amigas los alfileres que se utilizaron para ajustar su vestido en las pruebas. Prender esos alfileres cabeza abajo para que puedan perderse con mayor facilidad, en la ropa de sus amigas no es sino desearles tanto amor y felicidad como el que ella tiene. Aquellas que pierdan el alfiler, encontrarán pronto un marido.

En castellano se usa la expresión “ prendido con alfileres” cuando queremos expresar lo endeble de cualquier argumento.

Pues así, prendida con alfileres, queda esta entrada al blog. Solo prendida y no cosida y rematada porque el escrito de hoy no es sino mero prólogo del viaje que, en la próxima entrada propongo que hagamos al remoto país de la infancia . Aquel país donde los alfileres son tesoros clavados en acericos de papel de estraza.

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